Es cada vez más habitual, tanto en cine como en teatro, que
los actores crucen al otro lado y se pongan al timón de un proyecto. Acaba de
hacerlo Eduardo Casanova, el mítico
Fidel en la serie Aída, con la
película Pieles o Raúl Arévalo (Gordos, La isla mínima) con la gran triunfadora de los Goya de este
año, Tarde para la ira.
No podía ser menos el caso de Olga Alamán (Gran Hotel, Amar
en tiempos revueltos) que ha entrado pisando fuerte en el mundo de la
dirección teatral con la obra de microteatro La
chica Almorrana. Su corta duración -en torno a los veinte minutos- no es inconveniente
alguno para que el escenario se convierta en una batalla campal
interpretativa. De hecho, el texto parece ser un regalo de la
directora a sus actores reuniendo todo lo que a ella le gustaría que le
regalaran cuando está sobre las tablas.
Adrián Expósito (Los amigos raros, 2 francos, 40 pesetas)
y Sandra Martín (El secreto de Puente Viejo) comienzan
con la típica historia en una discoteca –cualquier excusa es buena para que
suene Raffaella Carrá- de “chico conoce a chica” y que, como en todos estos
argumentos, la chica pasa del chico. El tema se pone interesante cuando ambos descubren
que tienen algo en común: son invisibles al resto del mundo, solo se
manifiestan cuando ellos quieren y a quien quieren. Esto incluye la posibilidad
de desaparecer el uno del otro cuando la conversación se pone tensa –imperdible
la escena de él colándose dentro del baño sin que ella lo vea-.
Con un argumento tan disparatado como este, Alamán se sirve de una escenografía
mínima -un cigarro y dos taburetes- y una iluminación sobria pero eficaz -los
recursos técnicos de la sala tampoco dan para más- para crear una historia de
soledad, conquistas etílicas y miedos, ahondando en dos personajes que siente la
diferencia literalmente de forma física.
El disfrute de esta obra, como todo producto exclusivo, es
limitado: ya tuvo su puesta en largo durante los tres primeros miércoles del
mes de Febrero y, para suerte de los que se quedaron con las ganas, vuelve este
martes 7 de Marzo en La escalera de
Jacob (Lavapiés, 9).
Además, como habitualmente se hace en esta sala, al finalizar
podrás tomarte una cerveza con la directora y debatir con ella cualquier
aspecto de la función. Por ejemplo, sobre su buen gusto musical al cerrar con
un tema de Astrud.